Nieve, lluvia, barro, arena y un esguince de cilindro.
Salida y vuelta al Hotel Xaluca Erfoud, salinas, montañas y material para escuelas.
Escrito por Javier (Navegante), fechado el 2 de noviembre de 2018.
Partimos con una mañana luminosa y agradable, íbamos Álvaro, Nicasio y Javier, Rodrigo marchaba hacia España directamente. Salimos en dirección Maadid y al llegar a Erfoud tomamos el desvío hacia la R702. Nada más pasar la aldea de Fezna, nos encontramos a la derecha de la carretera con unas pequeñas construcciones, dos casuchas que dominaban una enorme extensión de llanos con un sinfín de montículos de arena, respiraderos de las cuevas que se emplean para la extracción de sal.
Paramos en el CP que se encontraba en las mismas salinas y allí los riders pudieron visitar las salinas. Javier y Nicasio se acercaron a una de las construcciones que había en la explanada, antes de las hileras de montículos de las minas de sal. Cuando volvieron, Javier me comentó:
- Que casualidad, esta pequeña casucha donde hemos entrado es propiedad de Karim, con el que hemos estado hablando, pero yo lo había visto en el National Geographic, en un documental donde hablaban de las minas de sal del sur de Marruecos. Nos ha enseñado algunos detalles y nos ha presentado a alguno de sus seis hijos.
Después de este rato de turismo estático, nos pusimos en marcha, los tres amigos habían decidido ir por la alternativa de asfalto, creo que Javier seguía aún pendiente de mi cilindro, pero al fin y al cabo, seguíamos en ruta.
Fuimos por carretera hacia Erfoud y allí viramos al sur. Íbamos tranquilos, en una caravana como las que cruzaban estos parajes hace tiempo, tomamos dirección a la Cárcel Portuguesa y entramos al fin en una pista que nos condujo directamente hasta la misma entrada de la construcción que cercaba la hoya que forma la montaña.
Allí, Javier subió andando a la cima de la caprichosa montaña y cuando bajo traía la mirada perdida, sentí una extraña sensación que emanaba de sus ojos, mientras se limpiaba las gafas de sol. Fue como ver una estrella fugaz en en el negro iris de sus ojos, algo había dejado una imagen perenne, quizás las vistas de la cima, tal vez la sensación de pequeñez, solo él lo sabe.
Los riders comieron todos juntos y se hicieron fotos y videos, las risas, bromas y charlas se entremezclaban en un barullo controlado de conversaciones.
Terminada de la merecida pitanza, nos pusimos en marcha y volvimos a la carretera, desde allí en un convoy tomamos la N12 en dirección a Alnif, fue breve el trayecto por carretera, ya que en un camino que partía a la izquierda, abandonábamos el asfalto y tomábamos dirección sur para llegar a un poblado, misero, de casas dispersas de adobe, solo una escuela, pequeña, con alegres colores, parecía totalmente nueva. Aparcamos en medio de una explanada mientras la furgoneta de Almarza, que conducía don Manuel, como me puntualizó Javier, se coloco en la entrada de la escuela y entre todos fueron descargando una cantidad ingente de material escolar. Javier me había dicho que se sentía muy orgulloso de poder ayudar a los más desfavorecidos de esta zona abandonada del turismo y de las riquezas del norte.
Con la imagen aún en mis faros de los agradecidos aldeanos despidiéndonos con el vaivén de sus oscuras y curtidas manos, tras el solidario evento, abandonábamos la aldea, rumbo hacia nuestro descanso en el hotel.